lunes, 9 de octubre de 2017

Víctor Jara: La población. JJL-14. DICAP- Politieke muziek. 1972-1974. Chile - Holanda






En este día Lunes seguimos revisando algunos discos de la colección DICAP reeditados en Holanda en 1974. Uno de estos discos es "La Población", publicado originalmente en Chile el año 1972 monofónico, siendo esta edición Holandesa una de las primeras en Stereo, a diferencia del disco "Autores Chilenos" que comenté la semana pasada, este disco "La Población" en Stereo conoció diversas reediciones en el exilio, y en la década del 2000 al ser reeditado en CD se ocuparon las cintas Stereo siendo la versión definitiva de este disco que circula en la actualidad.

Esta es la primera vez que posteamos este disco por lo tanto creo que es importante alargarse en varias lineas en lo que respecta a la historia de este disco.

Este es un álbum conceptual de Víctor Jara realizado desde el punto de vista de los pobladores que deciden hacer una toma de terreno y su vida de esfuerzo después de esa decisión. En relación a discos conceptuales uno podría pensar que esto podría ser una especia de cantata, pero no, como algunos saben Víctor Jara fue uno de los fuertes oponentes a la difusión de la Cantata Santa María dentro del Festival de la Nueva Canción Chilena el año 1970, ya que según su opinión no expresaba una forma real de música popular; y acá podrán darse cuenta de la opción estilística de Víctor Jara al hacer su "propia Cantata" en este disco, cada tema esta vinculado a una forma musical popular (Tonada, Canto a Lo Humano, Canto a lo Divino, Galope, etc), aunque algunas de ellas son bastante libres en relación a su forma original. Cada canción contiene arreglos que no se alejan tampoco de las formas populares, al igual que las letras.

Una forma diferenciadora de este disco es la inserción de registros "en Terreno" de pobladores de la toma bajo la cual se inspiró esta obra, algo que no era común dentro de las propuestas artísticas que se desarrollaban por aquel entonces en las producciones fonográficas de música popular que se editaban en Chile.

Y cual fue esa toma?, la toma fue "Herminda de la Víctoria", una toma realizada cerca del sector de Barrancas, y San Pablo. Según lo que indica el sitio memoriachilena esta toma fue impulsada por el MIR, movimiento con el cuál en aquellos años Víctor Jara sentía una fuerte simpatía. Para mas datos sobre la Historia de la toma les recomiendo leer esta nota, y ver este documental de época que cuenta con música de Sergio Ortega.

Este LP contiene el tema "Luchín". Sobre el niño y su vida les comparto en extenso la transcripción de esta nota disponible en PDF escrita por Natalia Ramos:

En diciembre de 2009, Luis Iribarren Arrieta, acompañado de sus dos hijos, se puso en la fila de más de dos cuadras que salía desde el galpón Víctor Jara, en la calle Huérfanos. Quería despedirse del cantautor, en el multitudinario funeral que se realizó 36 años después de que Jara apareciera muerto el 16 de septiembre de 1973.
Un sentimiento especial diferenciaba a Luis Iribarren de toda la multitud. Víctor Jara, referente artístico latinoamericano de los 60 y 70 y precursor de la Nueva Canción Chilena, le había cambiado los pañales, le enseñó a hablar, lo acogió como hijo y, además, le escribió una canción que cristalizó, entre la realidad y la ficción, la miseria que Luis vivió en sus primeros meses de vida. Porque Luis Iribarren Arrieta es Luchín.
La llegada de Luis a la vida del cantante fue fortuita. Un temporal en el invierno de 1970 desbordó el río Mapocho. Esto movilizó a los estudiantes de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, que fueron en ayuda de los damnificados que habían sido alcanzados por el río. Una de las voluntarias fue Eugenia Arrieta, quien trabajaba en el departamento de danza de esta facultad, donde Joan Jara era profesora. Así Eugenia conoció a Víctor Jara, ambos militaban en el Partido Comunista y se hicieron amigos.
Eugenia y Víctor llegaron hasta una población en un sector de Pudahuel conocido como Barrancas. Entre el barro y envuelto en unos trapos, Eugenia encontró un bulto que, para su sorpresa, resultó ser un niño que no superaba el año de vida.
“Era Luchín”, dice Luis Iribarren, como si no se tratara de él. Era el décimo hijo de un matrimonio de escasos recursos que vivía apiñado a orillas del río. “La Quena me agarró y me llevó a la facultad. Tenía un problema pulmonar y le dijeron que si no me cuidaban me iba a morir. Ahí, entre ella y Víctor, se hicieron cargo de mí”, dice Luis.
Lo que comenzó con la necesidad de salvar a Luchín, terminó cambiando el destino del niño de Barrancas. Nunca más volvió a vivir con sus padres sanguíneos, Raúl y Rosa, porque, una vez recuperado, decidieron que Eugenia era quien debía cuidarlo porque su familia no podía hacerse cargo de él. Como prueba, el pasado de Luchín quedó grabado por décadas en la canción que lleva su nombre, incluida en el disco La Población, de 1972. La letra describe la vida de un niño que come tierra y gusanos, que juega con un caballo y con un perro. Por la precariedad de la escena, podía ser la vida de cualquier niño de la periferia capitalina de comienzos de los setenta.
“Entre la Quena y el Víctor me cuidaban, pero entiendo que me fui a vivir un tiempo con Víctor, incluso él me enseñó a caminar y me cambiaba los pañales”, cuenta Luis rearmando su historia según los relatos que le han contado. Durante esa época, el niño aparecía inscrito en el Registro Civil con los apellidos Jara Martínez, los mismos del cantautor.
Los recuerdos que Luis tiene de la vida con el cantante se alojan en la casa ubicada en la calle Piacenza, en Las Condes, en donde Jara vivía con su esposa Joan y sus dos hijas, Manuela y Amanda.
“Lo recuerdo como una guagua preciosa, de carita redonda, pero malnutrido; con una pancita desproporcionada a su cuerpito y muy resfriado”, dice Manuela Bunster, la hija mayor de Joan, que tenía 11 años cuando Luchín apareció. “Le lavé el potito y lo soné muchas veces cuando estuvo viviendo con nosotros, porque llegó muy enfermo” recuerda.
La vida que pudieron tener juntos se truncó el 12 de septiembre de 1973, cuando al día siguiente del golpe militar, Víctor Jara fue detenido en la Universidad Técnica del Estado y llevado al Estadio Chile. Cuatro días después encontraron su cuerpo. Tras esto, Eugenia Arrieta llevó a Luchín a vivir a su casa, en Hernando de Aguirre con Eleodoro Yáñez, en Providencia, donde vivía con su marido Armando Iribarren, abogado del Metro y los tres hijos del matrimonio: Francisca, José Manuel y Mateo.
Aunque esta es la familia que Luis reconoce como suya, sabía que sus orígenes eran otros. Cuando tenía ocho años, llegó a la casa una persona que preguntó por Eugenia. “Mi mamá me lo presentó como mi hermano y la verdad es que yo no entendía mucho”, dice Luis. Atravesó Santiago en una micro para llegar a una población en Renca, donde estaba el resto de su familia de origen. “Saludé a mi madre y estuve como 10 minutos con ella. Me presentó a otros cabros que eran parecidos a mí y me dijo que eran mis hermanos. Me sacó a pasear por el barrio, tomamos once y me fue a dejar”, recuerda, sobre el primer y último encuentro que tuvo con esta familia.
Las circunstancias de la época le recordaban constantemente quién era. Como vivían en el sector de Las Lilas, Eugenia inscribió a Luis en el colegio Saint Gabriel’s, en donde estuvo hasta cuarto básico. “Yo era buen alumno, pero un día le dijeron a mi mamá que o me cambiaba de colegio o repetía, porque yo y ella éramos comunistas”, recuerda. Junto con el cambio, Armando, su nuevo padre, hizo los trámites para que Luis adoptara otra identidad, esta vez con los apellidos Iribarren Arrieta, como los otros hijos del matrimonio. Así, fue inscrito en quinto básico en el colegio Francisco de Miranda, en Ñuñoa.
A los 15 años, Luis enfrentó la muerte de Armando, su padre adoptivo, a quien describe como “un hombre con un tremendo corazón y sostén de la familia”. Junto con la pena también llegaron las responsabilidades. “La Quena me las cantó claritas. Me dijo: se acabó la cosa, estás en un colegio particular así que págatelo tú, ve cómo lo haces, ve cómo te alimentas”, recuerda.
“Ella pensaba que yo tenía que ser algo especial, que no era un niño cualquiera, entonces se preocupaba de mi formación, de mi responsabilidad social. Mi papá tenía chofer, pero ella decía que yo no había venido a esta vida para eso. Yo encontraba injusto que me tratara distinto que a mis hermanos, que me hiciera lavar los platos por ejemplo, pero hoy se lo agradezco porque me dio todas las herramientas para salir adelante”, reflexiona Luis.
Su adolescencia se repartió entre el colegio, su temprana militancia en las Juventudes Comunistas -donde ingresó a los 11 años- y en un trabajo como limpiador de baños que consiguió en el restaurante La Punta, en Bellavista. La participación política de Eugenia y Luis puso a la familia en la mira de los organismos de inteligencia de la época, quienes, dice Luis, secuestraron a su hermana Francisca por un día completo y la torturaron. Esto gatilló que la familia viviera un año en España, en donde José Manuel y Mateo estudiaban.
De vuelta en Chile, y con el dinero de la herencia dejada por Armando, iniciaron un negocio familiar y abrieron el Teatro La Batuta, en Ñuñoa. Entre el negocio familiar y la vida política, con 18 años en 1988 se inscribió en el Registro Electoral para participar en el plebiscito y celebró en Plaza Italia con sus amigos el triunfo del NO.
Cuando La Batuta ya llevaba cinco años funcionando, algunas “diferencias administrativas” distanciaron a Luis de su familia. Tras este quiebre, que enfrentó junto a Alejandra Areco, su polola de entonces y actual esposa, decidió irse a vivir a La Ligua. Tal como lo formó Eugenia, la vida le dio las herramientas que Luis necesitaba. Así como partió limpiando baños en La Punta y después de cinco años terminó administrando el local, con esos conocimientos abrió junto a Alejandra su propio restaurante en La Ligua, llamado “El Mago”.
Con la llegada de sus hijos, Manuel y Nicolás, el trabajo hasta las cuatro de la mañana comenzó a pasarle la cuenta y decidió optar por una nueva vida. Se trasladaron a una casa en Con Con y con 36 años, Luis decidió que era el momento de concretar lo que antes no había podido hacer: estudiar derecho.
“Siempre quise estudiar derecho. Puede ser porque mi padre era abogado y además, porque creo que también es una forma de pelear, es una cuestión idealista”, dice. Aunque ya contaba con un título de fotógrafo profesional, estudió de nochey trabajó de día, primero como administrador de un campo de limones y luego en una notaría. Ahí su jefa, Alina Morales, lo apoyó y le dio las facilidades para estudiar y trabajar. De esta manera, sacó su carrera en los 5 años y medio que se propuso.
El mismo niño al que Víctor Jara presentó como “un bandidito” en un recital en la televisión peruana en junio de 1973, y como alguien que “en 20 años más podría dirigir una fábrica”, juró como abogado en junio y hoy administra la misma notaría en La Ligua, en donde trabajó mientras estudiaba.
Durante 44 años Luis ha escuchado de todo sobre Luchín: “En algunas marchas o recitales la gente dice que el Luchín murió, o que se fue a vivir a Inglaterra con la Joan o que nunca existió. Sólo una vez le comenté a un grupo de personas que yo era Luchín y un dirigente de las Juventudes Comunistas me dijo que era un mentiroso, que cómo me atrevía a usar el nombre del Luchín de Víctor Jara. Por eso no hablo mucho del tema y sólo se lo comento a la gente que me pregunta y por eso también lo hablo ahora; para traerlo a la memoria y para que nadie olvide quién fue Víctor Jara y cómo murió”, dice y se queda un rato en silencio.
No es fácil para él hablar de la canción. “Recién con mis hijos he podido escucharla, ya no la cambio cuando suena en la radio. Antes me daba mucha pena por el lazo que esa canción, y Víctor, tenían conmigo. Es inevitable pensar en qué habría pasado si no lo hubiesen matado, qué habría pasado si él hubiera estado más cerca de mí. Quizás no habría sido abogado y sería músico, no sé. Mis hijos encuentran bonita la historia. Cuando creí que podían entenderla, les conté y para mí fue un alivio”, dice Luis Iribarren


Ahora vamos a escuchar el disco:

Lado A:
1. Lo único que tengo (Canta: Isabel Parra) – Tonada
2. En el río Mapocho (Canta: Víctor Jara + Huamarí) – Canción
3. Luchín (Canta: Víctor Jara) – Canto a lo Humano
4. La toma * 16 Marzo 1967 (Canta: Víctor Jara + Huamarí + Bélgica Castro) – Galope

Lado B:
1. La carpa de las coligüillas (Canta: Víctor Jara + Cantamaranto) – Tonada
2. El hombre es un creador (Canta: Víctor Jara) – Canción
3. Herminda de la Víctoria (Canta: Víctor Jara + Cantamaranto) – Canto a lo Divino
4. Sacando pecho y brazo (Canta: Víctor Jara) – Cueca
5. Marcha de los pobladores (Cantan Todos)

Texto de Todas las canciones: Víctor Jara + Alejandro Sieveking
Música y arreglos de Todas las canciones: Víctor Jara

1 comentario:

nano dijo...

Terrible y bella historia de vida que nos trae "Luchin".....Y si nadie quiere creer...que importa. Tu corazón sigue al mismo lado en que lo encontró el Hermano Victor.