Este cassette recuerdo que lo escuché una vez, allá en 1995 sería, me lo prestó una compañera del taller de banda de sonido de Balmaceda 1215, Flora, de Rancagua. Solo esa vez lo escuché hasta ahora, que gracias a Aarón Troncoso vuelve a caer en mis oídos; y lo que escucho ahora es mucho mejor a lo que recuerdo haber escuchado hace 30 años atrás. ¿Cómo puede cambiar la precepción de algo?, ¿cómo la vida te va alimentando de papilas auditivas, de análisis neuronal, de placer corporal y espiritual para poder citar los sonidos de forma totalmente distinta a como fue hace tiempo?
Hace 30 años pensaba que sabía, y realmente no sabía nada.
No había escuchado nada comparado con todo lo que he escuchado hasta ahora, y lo de ahora será nada ante lo cual poblará mis oídos hasta la hora de mi muerte, amén; si es que mi muerte demora, y llega con la plenitud de conciencia hasta el final.
Tal vez lo único que podría mejorar del disco es la batería. Le falta kilometraje a ese baterista, hay varios golpes desacoplados a todo; pero es un pequeño detalle.
El disco es mas que la canción “top”, es una serie de atmosferas, el sol aparece constantemente en el disco, así como el crepúsculo aparecía a cada trato en los primeros libros de Neruda, guardando las distancias
Hay sonoridades que remiten a la sicodelia de la década de los 60’s tanto de la música norteamericana como del rock nacional que teníamos por esa época.
Un disco que a la distancia sorprende
¿Merece reedición?
Si
Este disco crece con el tiempo